En la clase de preparto de ayer descubrí que los pañales son toda una obra de pura ingeniería. Y yo que pensaba que era un pedazo de compresa para bebés que se limitaba a recoger los pipis y las cacas de la criatura y resulta que es mucho más que eso. Detrás de cada pañal, existen años de investigación tecnológica donde han creado la fórmula mágica para que el bebé aguante hasta 12 horas seco y sin olores (ésto último habrá que «verlo»).
Y entonces viene la pregunta de uno de los papás asistentes a la clase: «Si no humedecen y no huelen, ¿por qué cambiarles?«, tras las risas de las asistentes, a mí me pareció una pregunta de lo más sensata, con 2 pañales/día debería ser suficiente, ¿no? Pues aparentemente no! De aquí a unos meses os contaré mi versión personalizada.
La clase de ayer fue gratamente enriquecedora, además de divertida. La consultora de Dodot no sólo fue una magnífica instructura que supo convencernos de la importancia de comprar un buen pañal con núcleos separados para diferentes «desechos», mallas protectoras antifugas y lociones milagrosas antierupciones, también descubrí que hasta el dibujito frontal de cada pañal tiene una explicación lógica.
La teoría fue muy interesante, pero no menos que la práctica que les tocó vivir a los papás. El mal rato que pasó alguno de ellos, dándose cuenta que lo de poner un pañal no era algo tan evidente fue el hazmereír de las mamás que dábamos por hecho que nosotras somos perfectamente capaces de hacerlo… oh sí claro… sobre todo yo, que dejé las muñecas con 4 años y que entonces no tenían pañales porque ya te venían vestidas.
Que si las piernecitas se han de poner en 90º, que si pon tu dedo entre sus piecitos para que no choque los tobillos, que si mete el pañal en tu mano abierta para que no salgan arrugas, que si el pañal tiene que quedar por debajo de los bracitos y no por debajo del ombligo como siempre había creído…
Por suerte, ¡aún me quedan 4 meses para practicar!
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